Estrés

A todas las personas nos resultan familiares frases como “¡Últimamente estoy muy estresada, no tengo tiempo para nada!”, “Mi cuñado ha tenido un hijo y está muy estresado”. Pero, ¿qué es el estrés?

El estrés es una respuesta adaptativa a las diversas demandas o situaciones que se nos presentan en la vida. Es parte de nuestra evolución como seres humanos, ya que nuestros antepasados lo necesitaron para sobrevivir a cualquier peligro (un animal a punto de devorarle, por ejemplo). Si nos encontráramos con un león, nuestro cuerpo reaccionaría utilizando toda la energía almacenada para activar los músculos apropiados para enfrentarse o huir, aumentaría la tensión arterial para que la energía fluyera más deprisa y pospondría todo lo que en ese momento no fuera esencial: detiene la digestión, la fabricación de anticuerpos, la ovulación, etc. En la actualidad seguimos necesitando de esa activación para enfrentarnos a situaciones más rutinarias como hacer un examen o hablar en público. Nosotros, además, podemos iniciar ese proceso a través del recuerdo, pensando en algo que puede ocurrir dentro de muchos años o que nunca ocurrirá, o a través de una experiencia emocional.

El estrés no es malo en sí mismo, ya que nos ayuda a maximizar nuestros recursos energéticos para actuar de manera más eficaz. Sin embargo, se convierte en un problema cuando, en vez de desencadenar todos estos procesos durante unos minutos para salvar nuestra vida, lo hacemos de forma sistemática en un tiempo prolongado, durante semanas o meses. En ese caso, las probabilidades de enfermar aumentan y puede afectar a nuestro nivel socioeconómico a través del ausentismo y la pérdida de productividad.

Los estresores son situaciones ambientales generadoras de estrés, donde la persona necesita adaptarse. Relacionamos los estresores con situaciones negativas, como un divorcio, un despido laboral o falta de tiempo, pero también existen momentos que tienen un carácter positivo igualmente estresantes, como casarnos o empezar en un nuevo trabajo.

A estas alturas te puedes preguntar, ¿y por qué mi compañero/a de trabajo no se estresa como yo? Aquí entra en juego un factor más: el nivel de percepción de la situación como amenazante, es decir, cuánto valoramos que esa situación excede de nuestros propios recursos y pone en peligro nuestro bienestar personal. Asimismo, las diferentes maneras de ser de cada persona, sus experiencias anteriores y el apoyo social del que dispone, juegan un importante papel en cuanto a su resistencia al estrés.

Los trastornos que más frecuentemente se han relacionado con el estrés:

  • Coronarios.
  • Respiratorios.
  • Inmunológicos.
  • Endocrinos y metabólicos.
  • Sexuales.
  • Gastrointestinales.
  • Dermatológicos.
  • Musculares.
  • Psicopatológicos.

SÍNTOMAS

  • Ataques de pánico.
  • Irritabilidad y/o frustración.
  • Comer menos o en exceso.
  • Dormir menos.
  • Problemas físicos como dolor de cabeza, digestivos, resfriados frecuentes o dolores musculares.

¿CÓMO COMBATIRLO?

Aunque al principio pueda parecer difícil, podemos aprender a gestionar el estrés actuando sobre la causa que lo provoca o aumentando nuestra resistencia a él, y así mitigar su impacto sobre nuestra salud.  Por un lado, podemos incidir sobre las causas exteriores (por ejemplo, reducir las tareas a realizar, aprender a delegar, etc.). Por el otro, existen técnicas para aumentar la resistencia al estrés como buscar apoyo, realizar relajación y el deporte, entre otras, que nos permitirán liberar tensiones o tratar de dormir las horas suficientes para estar preparados para afrontar las dificultades.

En las referencias podéis encontrar material que os servirán de ayuda para trabajar estas estrategias, bien por vuestra cuenta o con ayuda profesional.

Referencias e información adicional

  • CinfaSalud. (2017). VII Estudio Cinfasalud: Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés. Departamento Médico Laboratorios Cinfa.
  • Robles Ortega, H. y Peralta Ramírez, M.I. (2006). Programa para el control del estrés. Pirámide: Madrid.